viernes, 21 de diciembre de 2007

SERIE DE PENSAMIENTOS EMITIDOS A LA WEB EXPRESAMENTE PARA EVITAR LA AUTARQUIA

A partir del artículo de Introducción al Estudio para un Plan de Desarrollo Físico para el Campus de la UdeC, pondremos en el aire una serie de pensamientos, algunos que pueden ser bastante álgidos, otros muy suaves. Pero nos interesan las opiniones de los lectores, y especialmente si se puede llegar a interactuar con los opinantes (no opinólogos, está claro), ojala sean estos de la comunidad universitaria, es decir autoridades académicas, docentes, estudiantes, funcionarios. Pero también quisiéramos detectar interés en los ciudadanos pencopolitanos por esta Universidad y su campus, pero también por la ciudad y el territorio regional todo.
Así, inauguramos hoy esta serie, esperando que sean otros los que la prosigan, y la mantengan en el aire, libremente, con altura de miras y calidad en las ideas.


LA UNIVERSIDAD, EL CAMPUS Y LA TOMA DE DECISIONES.

En nuestra realidad local, y la chilena en general, hay una increíble inercia de las formas de administrar las cosas del periodo de la dictadura (o dictablanda, según el principal actor de tal periodo). Y eso lo vemos en nuestra más importante institución regional, la Universidad de Concepción, nuestra Universidad. Me refiero a las formas de toma de decisiones en general, sean estas administrativas o académicas. Es cosa de haber vivido la universidad por un periodo más o menos significante, y ni tal vez siquiera eso, ya que tanto alumnos terminales como jóvenes nuevos docentes lo perciben y lo manifiestan.
Y esto lo traigo a colación en relación con lo que es el crecimiento del campus de la U., donde la toma de decisiones no tiene una orgánica que involucre a la comunidad universitaria, sino que se genera muy directamente desde el nivel de la autoridad y es de tipo autárquica, es decir que se basta a si misma para tomar decisiones que benefician o afectan a todos. Pero eso no va con los crecientes anhelos (reivindicacionistas) de las sociedades (en nuestro caso la comunidad universitaria) de participar en las decisiones, o al menos en la evaluación de alternativas frente a una resolución que se ha de resolver. Y digo anhelos reivindicacionistas porque antes de la dictadura militar hubo una situación muy distinta, especialmente en las instituciones universitarias, aunque sí hay que reconocer que llegaron a límites impensados, que ahora no solamente nos parecen discutibles sino, dictadura por medio, aberrantes. Pero la cosa, en un momento, si bien breve, fue distinta a lo de hoy.
La administración, o tal vez mejor dicho la gestión académica tiene poco de democrática, y el sistema o estatuto permite a las planas ejecutivas de las facultades practicar la autarquía, en los términos antes aclarados. Y si bien eso es relativo en cuanto a que los cuerpos académicos pueden frenar esta forma de actuar, en la practica eso poco se practica precisamente por la gran inercia post régimen dictatorial, que de verdad, y todos lo sabemos, “aplanó “ a la universidades, tanto en sus cuerpos académicos como en sus planes de docencia, que decir de la autoridades designadas a dedo.


En los medios de comunicación también tiene lugar la auto restricción. Un artículo como este no lo publicaría Panorama, por ejemplo, la revista quincenal de la UdeC. Pero entiendo bien a su directora, y porque además no está en los focos de la extensión periodística esta “temática”. Pero a modo de ejemplo simple en lo general, ¿alguien concibe hoy una revista de alguna facultad universitaria donde haya libre cauce a las opiniones contrarias a la conducción del respectivo decano? En la TV en general no tenemos lugar los que tenemos este tipo de inquietudes inquietantes, que pueden apuntar a un responsable, y me refiero al campus. La radio como siempre, es la excepción. Tal vez porque nadie sabe a cuanta gente llegan los mensajes radiales, pero se siente que no es a mucha, y por lo tanto no inquieta. De ahí el valor del nuevo medio electrónico gracias a la Internet, con posibilidades de tanta libertad y de tanta comunicación como este blog donde se puede leer esto, y mandar una opinión de apoyo o divergente, pero una opinión pública al fin, abierta y sin restricción desde alguna jerarquía, o de la “prudencia oficial”, que permite, como es ya algo desgraciadamente asumido en la conciencia colectiva chilena, opinar “en la medida de lo posible”….



EL CAMPUS: EVOCACION DE UN ESPIRITU Y UNA HISTORIA QUE NOS CONVOCA

Pero volviamos al desarrollo territorializado y físico de lo que es el actual campus de la universidad; este campus fue un modelo en el país y en Sudamérica, reconocido por moros y cristianos, entre ellos los arquitectos más notoriamente preocupados de los valores urbanísticos y culturales, arquitectura por medio; hoy podemos ver con nuestros estudios en desarrollo que la situación se ha tornado crítica: el valle no da para más y las buenas disposiciones arquitectónicas, del espacio abierto y del cordón verde que nos rodea van siendo degradadas. El valle se satura, con edificaciones sin mayor valor y en cualquier parte, no dejando rincón por ocupar. La armonía que imperaba hasta la década del 60 y también del 70, se ha roto, con intervenciones progresivas, sin meditación ni pausa, y lo que es peor, desvalorizantes del gran conjunto, alguna vez ejemplar. Ya se construye en las fuertes y delicada pendientes, y se idean en nuestro entorno enormes conjuntos industriales asociados a la universidad, ciencia y tecnología por medio.

Es causa y efecto de esta situación la falta de políticas claras y razonables. Ni siquiera digo malas políticas, sino derechamente la falta de ellas: no se han conocido públicamente en este ya muy largo periodo de los 80 y 90, más los ya 7 años completos del siglo XXI, políticas formuladas para orientar al menos el crecimiento del campus (y deliberadamente no digo un desarrollo, que eso es algo utópico de alcanzar cuando no hay pensamientos detrás). Cuando volvieron los rectores de verdad, elegidos por sus pares, Augusto Parra se dio cuenta del problema, para lo que sin duda ayudaron las álgidas y desinhibidas críticas del los arquitectos que llegamos el 92 a este campus. Se trató de llevar adelante un plan, ya que éste, si bien se estudió, finalmente nunca se terminó cabalmente ni menos se puso en aplicación ¿Quién sabe porqué?
Ahora, el rector Lavanchy nos ha creído (a aquellos arquitectos del 92 más otros nuevos) y nos apoya en un estudio que, si bien no es un plan, sentará las bases para un plan de desarrollo al menos en lo físico del campus, de nuestro Campus Universitario.

Vemos en nuestros análisis que las nuevas formas de financiamiento universitario atentan contra el pensamiento y la buena conducción de un proyecto urbanístico común. Los proyectos mecesup postulados (y ganados) por las facultades o centros, y los apoyos externos de líneas de interés político-económico, han presionado por edificar rápido, donde sea, como sea. Y esta presión no es solo al uso del suelo: es al resto de la comunidad universitaria, al conjunto físico y social, humano, que son los demás. Porque el interés común, o el bien común, que no es sino el enorme valor de “vivir” cotidianamente en un conjunto urbanístico, paisajístico de calidad y con buena arquitectura. Con la calidad espacial y arquitectónica que conduce a la calidad de vida. Eso es lo que se pierde al actuar apresuradamente, sin reflexión, sin pensamiento sobre el territorio y sobre las arquitecturas del campus. Y eso, a mi modesto juicio, es un modo de actuar anti universitario ni más ni menos. ¿Como es que estamos llegando a ese límite, inconcebible en mentes verdaderamente universitarias? Si los grandes hombres que concibieron y crearon este gran conjunto viviesen hoy no creerían en lo que verían. En aquellos pioneros de esta universidad la idea, primeramente mental y posteriormente real, fue la de “los palacios en el parque”. Pero no los palacios para una aristocracia social, sino para la aristocracia de la mente y de la educación verdadera. Y vaya si lo lograron, al menos hasta los 60……La historia pesa, y no nos podemos desentender. No se puede dejar a la historia en reposo, hay que escarbar en ella, y reivindicarla: están allí las raíces del espíritu que evoca y nos convoca.

Las políticas universitarias para un supuesto Plan (que más que físico debería ser muy integral) no las formularemos nosotros, meros ejecutores técnicos de un pensamiento compartido. La comunidad universitaria, autoridades, académicos, estudiantes, trabajadores, los que viven y desviven la universidad, tienen el mérito y el derecho a pensar el campus y el deber ser de los parques y de los palacios. Pero habrán de tener conciencia nítida, o conciencia crítica, de su responsabilidad, de sus ideas potenciales, de sus aportes mentales: eso se traduce en políticas, encauzadas por la autoridad que dará campo abierto a los pensamientos sobre la universidad y su campus, la imagen física de la aristocracia del espíritu, desarrollado libremente.


ANTONIO ZELADA E., arquitecto
Boletín Urbe, 27.11.2007